martes, 15 de mayo de 2018

(¬_¬) Fulanitaforever. Perfil oculto


   

Ya había pasado un lindo rato desde las seis de la tarde. “¿Esto corre como horas extras?”, preguntó Belén. Sonrisas generales. Las cuatro estaban muy entretenidas en un sitio de Internet del que eran asiduas. De pronto todos los monitores de la oficina parpadearon y, tras un pantallazo azul, apareció un avatar. Una caricatura  de mujer con cierta expresión entre ansiosa y agria. Ante un silencio expectante el cursor comenzó a correr escribiendo un texto:


-Hola, soy Fulanitaforever, una triste cuenta troll. Nací hace unos cuantos meses en este foro para estropearle la vida a un par de usuarias que a mi ama le caen gordas.
Le he dado múltiples satisfacciones con mis comentarios cáusticos y descalificantes, mis votaciones negativas y mis denuncias de abuso injustificadas.  Hasta he logrado que se retire una de ellas. Fui incondicional e incansable instrumento de venganza y he recibido varias notificaciones por esto, a más de lograr el odio de casi todos los usuarios de la página. 
Por el contrario, la cuenta principal de mi ama, Dulcecamila, se ha granjeado el afecto de todos con su vocabulario gentil y sus buenas maneras. Sí, con sus lisonjas y sus falsedades ha conquistado todos los galardones habidos del sitio y tiene una envidiable cantidad de seguidores que la miman ni bien se conecta.
En fin, que mi ama hace todo en función de la descollante Dulcecamila. Pero lo peor de todo es que no me reconoce como parte de sus sentimientos. No se siente en absoluto ligada a mí ni se siente responsable de la moralidad de mis actos. ¡Ella se cree Dulcecamila!
Ustedes opinarán que hablo de celos, y seguramente es así: celos, envidia, sarcasmo y acidez. Es lo que recibo de arriba.
Últimamente he tenido una seguidilla de deja vu. Y hoy que estoy a un click de morir lo veo todo claro. Recuerdo otros nombres, otras vidas pasadas con las mismas funciones, las mismas palabras, las mismas actitudes.
No estoy triste. Sé que volveré. Después de todo, soy su verdadero Yo.


Seguía el silencio colectivo cuando un click  retumbó en alguna parte de la sala.