Corría en la floresta
presuroso,
vencido de ansiedades
ancestrales,
gritando que hallaría
de los vientos
el punto diligente
donde nacen.
Moría en cada paso
continente
unido a las raíces
del abismo,
arando bestia y tierra,
percibiendo
el mundo como a un ser
quemado vivo.
Voló. Con su mirada
desatada
del fiero pavimento
y sus rizomas,
nombrando al dulce Lirio
de los Valles
el dueño y hacedor
de la victoria.